(Fragmento
de la novela “12 Meses de Pubertad” escrita el año 2004)
…,
Una vez más llame a la casa de Azucena:
- Buenos días Señora, ¿Cómo se encuentra su hija?
- Buenos días Alfredito, mi hija aun no se recupera, gracias por llamar ella ahora está durmiendo, le avisare que llamaste cuando despierte.
- No señora, no le diga que he llamado tengo un regalo para ella cuando se ponga mejor.
- Está bien Alfredito, no diré nada, pero espero que me hija se recupere aunque cada día la veo mas malcita,…tengo pena de mi niña (sollozos).
- Tranquila Señora pronto mejorará.
- Buenos días Señora, ¿Cómo se encuentra su hija?
- Buenos días Alfredito, mi hija aun no se recupera, gracias por llamar ella ahora está durmiendo, le avisare que llamaste cuando despierte.
- No señora, no le diga que he llamado tengo un regalo para ella cuando se ponga mejor.
- Está bien Alfredito, no diré nada, pero espero que me hija se recupere aunque cada día la veo mas malcita,…tengo pena de mi niña (sollozos).
- Tranquila Señora pronto mejorará.
Aquel
día después de conversar con la mamá de Azucena, estuve pensando solo en ella,
el salón para mí ya no era el mismo, aquel asiento al que iban dirigidas mis
miradas estaba vacío.
Habían
pasado 2 semanas desde que enfermo y para mi también fueron 2 semanas de
agonía, el no verla ahí sentada escribiendo recostada sobre el borde de la
mesita y de rato en rato levantar la cabecita para ver la pizarra con sus
ojitos atentos y su mirada bonita. Cuanto daría por volver a ver su sonrisa,
ver morder el extremo del lápiz y sonreír mientras me habla, nunca existirá una
niña más dulce que ella.
Ahora
imaginarla echada en su alcoba, con su rostro palidecido y sus ojitos
lagrimosos y llenos de ternura, quisiera estar ahí y tocando sus pequeñas y
suaves manos decirlo lo que sentía por ella. Hasta ahora no pude abrir mis
labios con las palabras “te quiero”, entre mi solloce y me dije a mi mismo -
que cobarde eres porque no le dijiste que la querías, ahora tal vez ella ya no
regrese al colegio y hasta se la pueden llevara a otra ciudad. Que sería de mí
si ella no está cerca.
Hoy
ni Rex ni Junior me fastidiaron, me ven tan triste que cuando pasaron por mi
lado solo me dijeron: cuando regrese te le declaras, no estés triste…,
pasan y al fondo del salón solo hablan de sus travesuras riendo a carcajadas.
De
regreso al hogar, solo almuerzo un poquito y aunque mi mama insiste en que
termine la comida le digo que no puedo y me voy a mi habitación a hacer las
“tareas” encerrado ahí escuchando la radio solo pienso en ella y caen lagrimas
de mis ojos cuando escucho las canciones que se que le gustan a ella.
Día
23 de Noviembre.
Me
he levantado tardísimo tengo que alistarme rápido e ir corriendo al colegio,
anoche no he podido dormir, solo he pensado en ella y hasta le he pedido a Dios
con todas mis fuerzas que ella se recupere pronto, deseaba verla de todo
corazón, no he podido llamar a su casa esta mañana, pero apenas salga del
colegio llamare a su casa.
Pasadas
las horas ya no veía el momento de que suene el timbre de salida para salir
corriendo a mi casa, pero cada minuto que pasaba me era una eternidad y el
tiempo adrede parecía encaprichado a verme en padecimiento. Llegue casi
corriendo a mi casa y al entrar deprisa fui sobre el teléfono… marque y contesto
alguien desconocido, con mi voz media agitada pregunte por la Señora Claudia,
mi receptor respondió diciendo que era imposible, la señora estaba en muy mal
estado, su hija había muerto…
(Fragmento
del día 22 y 23 de Noviembre)
Autor: Gian Steve Meza Arteaga.
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